Tim Wiese asesina a su equipo
De'lle Alpi. Minuto 87 de juego. Empate a 1 en el marcador. El Werder Bremen es, en ese preciso instante, equipo de cuartos de final de liga de campeones. La Juventus está eliminada. Queda poco, muy poco. Balón colgado. Tim Wiese, de 23 años, afrontando uno de los partidos más importantes de su carrera como futbolista merced a la lesión de su compañero titular Reinke caza el balón aereo. Aterriza suave, de cara, besando el césped, agarrando el balón con ambas manos y acomodándolo fuerte contra su pecho, tratando de arañar cada segundo para confirmar la histórica clasificación de su equipo. Repentinamente el balón se escurre de sus guantes, como si atado y estirado de un invisible cordel se tratara. Fabio Cannavaro, a escasos metros grita "puma!,puma!". "Puma" es Emerson, que se halla a un metro de la acción, ajeno al milagro, con la mirada perdida tratando de digerir la tragedia. De repente escucha a su compañero, se gira, ve suelto el esférico, reacciona en milésimas de segundo desplazándolo hacia la vacia porteria con la puntera de su bota. Se para el tiempo. Dulcemente el cuero se desliza al fondo de las mallas. Se masca la tragedia en el banquillo alemán. Los jugadores del Werder Bremen, atónitos, se ponen las manos en la cabeza. Wiese hace lo própio. El trabajo de 177 minutos queda arruinado en un segundo. La Juve pasa a cuartos. Emerson es el accidental héroe. Él no quería. Wiese es el accidental fracasado. Él no quería, aún menos. El nombre de Tim Wiese quedará grabado en la memoria de muchos. Su desafortunada acción formará parte del pasado futbolístico, aquél que recuerda que, momentos memorables y catastróficos se unen bajo el mismo cielo, el del deporte más maravilloso que existe.
1 Comments:
Lo de la Juve no tiene nombre..... Toda la vida igual.
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